
Cada uno de los 120.000 archivos sonoros que se incorporan diariamente al mercado puede multiplicarse cien y doscientas veces para estar disponibles en todos los rincones del planeta
Miles de artistas dejarán de recibir ingresos desde el anuncio de Spotify que no superen las 1.000 reproducciones, por míseros que fueran. Según estimaciones de la propia plataforma, esta medida generará unos 40 millones de dólares que se distribuirán entre las canciones que superen el millar de escuchas. La decisión no solo supone un golpe a las normas de distribución de ingresos por escuchas, sino que lanza un mensaje a futuros artistas: si tu música no es mínimamente popular, no sacarás nada de aquí.
Cada día se incorporan a Spotify es de 120.000 (sin visos de decrecer), lo cual empieza a poner en jaque la capacidad de almacenamiento y procesamiento de datos de la plataforma. Por otro lado, en esta avalancha de pistas de audio hay un porcentaje significativo de grabaciones de sonidos relajantes (de lluvia, ballenas o lavadoras) y composiciones generadas mediante Inteligencia Artificial. Son millones de archivos sonoros que no solo distorsionan el reparto de ingresos sino que han forzado a las plataformas de streaming a plantearse hasta cuándo podrán seguir engullendo archivos a su catálogo sin poner filtros más estrictos.
La capacidad de generación de canciones parece infinita. Pero la capacidad de almacenamiento y procesamiento de toda esa información sonora no lo es tanto porque para que las canciones puedan ser escuchadas en todo el planeta son necesarias distribuidoras digitales y plataformas de streaming que deben multiplicar esa canción las veces que sea necesario. Cada año hay más usuarios de plataformas, pero el ritmo de canciones que se incorporan a través de las distribuidoras crece a un ritmo superior. Spotify tiene 574 millones de usuarios y supera los 100 millones de canciones. Según un estudio de la consultora Luminate Data realizado en 2022, el 42% de las canciones contenidas en todas las plataformas de streaming del mundo no habían recibido más de 10 escuchas y el 24%, ni una sola. El problema ya no es almacenar y procesar tantísima música, sino constatar que mucha de esa música nunca la escuchará nadie.
Una canción famosísima y una jamás escuchada pueden ocupar lo mismo en un centro de almacenamiento de datos. Ese es el destino de todas y cada una de las canciones compuestas y grabadas en el planeta. De la inmensa mayoría de ellas no se almacena una única copia, sino varias. Por lo tanto, acaba ocupando bastante más de esos cinco megas en un solo ordenador. Desde que se graba en el estudio hasta que la podemos escuchar en nuestro dispositivo, cada canción se multiplica cientos de veces y se almacena en docenas de data centers.
Días atrás, Tidal comunicaba a las distribuidoras digitales que ya no quería recibir la versión MQA (master quality audio) de las canciones. Eso no significa que no ofrezcan versiones de altísima calidad para los suscriptores de Tidal Hi-Fi Plus, sino que esta versión MQA no ofrecía un salto cualitativo en la escucha que justificase almacenar otra copia de cada canción. Tras esa decisión ya hay una preocupación por el volumen de datos acumulados y un deseo de reducir costes de almacenamiento. Ni Spotify ni Tidal ni la inmensa mayoría de plataformas de streaming tienen data centers en propiedad y deben alquilar servicios de almacenamiento en la nube a las grandes empresas del sector. Amazon, Azure (de Microsoft) y Google son las tres más importantes.

Aunque cada plataforma de streaming tendrá su política, las más serias “hacen tres o más copias de seguridad que se almacenan y distribuyen en lugares muy alejados entre sí para evitar desastres como que se incendie un data center y se pierda el material”, explica López Montolio. Pero luego hay que tener copias de distribución ubicadas cerca de las regiones que más interés pueden tener por escuchar ciertas canciones. “Las probabilidades de que una canción muy popular esté reproduciéndose a la vez en distintas partes del mundo hacen que sea interesante tener copias cerca de los usuarios. Una canción muy popular solo en España no necesita estar cerca de un usuario en Japón, pero hay canciones que sí”, argumenta. El último single de Taylor Swift, por ejemplo, requerirá más copias de distribución que la cara b de un single del grupo finlandés Nummisuutarit.
Para Sergio López Montolio es ingeniero informático con un máster en Arquitectura de Computadoras, Redes y Sistemas y una década de experiencia en almacenamiento y análisis de datos en el entorno de la industria musical, refiere en el artículo “no hay un horizonte de colapso porque los sistemas de almacenamiento son cada vez más eficientes y si eres capaz de combinar distintos sistemas de almacenaje, la capacidad de expansión es muy grande”. No todos los data centers ofrecen las mismas prestaciones ni todas las canciones tienen la misma actividad. Por ello, “canciones que solo se han escuchado una vez hace ocho años no tiene sentido almacenarlas en almacenes extremadamente rápidos. En una cuestión de optimización. Lo que más se usa se guarda en un almacenamiento rápido y lo que menos, en uno más lento”, explica. Los data centers más rápidos son más caros. Las canciones menos populares se almacenan en data centers más lentos y baratos. “Hay que ser capaz de optimizar esto para que el usuario tenga disponibles todas las canciones, pero que el coste sea manejable. Sobre todo, cuando se suben 120.000 canciones al día”, resalta.
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