

¿Pero por qué los músicos prefieren vender?
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Al final del día, los adquirentes, que pueden ser empresas de capital privado, fondos de pensión, administradores de activos, compañía de derechos de catálogo y tecnológicas como Spotify, explotan los derechos de autor o de publicación propios de los catálogos musicales, mientras los vendedores, que pueden ser los autores o sus herederos y administradores, obtienen acceso inmediato a un capital que podría verse mermado, por ejemplo, por los impuestos (en Estados Unidos se paga 37 % sobre las regalías anuales, mientras que el impuesto por la venta es de 20 % y se paga una sola vez) y por las plataformas de streaming, que pagan mucho menos por reproducción de lo que se ganaría por vender álbumes.
Los artistas también ganan un porcentaje de la taquilla cuando salen de gira, pero esto requiere de una enorme inversión que no siempre se ve compensada por el dinero que podría generar la serie de conciertos que, por cierto, cada día generan menos… y no todos son Beyoncé o Taylor Swift, quienes movieron en sus últimas giras valores cercanos al PIB de naciones pequeñas.
Las adquisiciones de derechos musicales le dan al comprador no solo acceso al valor estable que representan los activos musicales sino también a todas las regalías que generen las licencias, acuerdos de marca y otros ingresos que, usualmente, se le pagarían a un artista, precisa Rolling Stone.

LOS RIESGOS DE VENDER EL CATÁLOGO DE UN GRAN ARTISTA
Para las empresas que compran estos derechos es la oportunidad de poder licenciar estas grabaciones para el uso en la publicidad y el cine. Esto hace algunas de estas adquisiciones especialmente valiosas, sobre todo cuando se trata de artistas que suelen ser usados por estas empresas en comerciales y películas. También explica por qué otros artistas como los miembros restantes de The Clash, la familia de David Bowie o los Beatles tras recuperar los derechos de su catálogo después de la muerte de Michael Jackson, cuidan con tanto celo el derecho a estas grabaciones.
Es que con las grabaciones en manos de empresas los artistas asumen los riesgos de no saber que no tienen control sobre la explotación de sus canciones a futuro. Aunque es complicado imaginar que una marca use las canciones de Springsteen contra su voluntad mientras viva, así sea para evitar tener que lidiar con situaciones incómodas en cuanto a negocios futuros.

EL CASO TAYLOR SWIFT: CUANDO EL CATÁLOGO CAMBIA DE MANOS SIN PERMISO DEL ARTISTA
Si un caso se ha puesto sobre el tapete, los riesgos que corren los artistas al no ser dueños de sus catálogos es el de Taylor Swift. La cantautora pop, y probablemente la estrella musical más importante del mundo en la actualidad, firmó un contrato en su juventud que dejaba a su discográfica, RCA en aquel momento, con los derechos de sus grabaciones. Estos terminaron en una compra en manos de Scooter Brown, manager de Justin Bieber en su momento y enemigo personal de la artista.
Como forma de recuperar control sobre sus canciones, la artista poco a poco ha ido grabando sus discos con RCA, los 6 lanzados entre el debut homónimo de 2006 y ‘Reputation’ de 2017. También recuerda lo que pueden comprar las empresas, y lo que no, son dueños de las grabaciones, no de las composiciones sobre las que mantiene derecho el artista que las firma.
Son ideas que se han planteado artistas como los Jonas Brothers, cuyo catálogo está en manos de Disney, o los míticos The Offspring que no terminaron de forma demasiado amable su relación con Columbia.
Y tú, si fueras músico y tuvieras oportunidad ¿venderías tu catálogo?
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