🎵 El fenómeno del frisson: cuando la música eriza la piel

El frisson, término de origen francés que significa “escalofrío” o “estremecimiento”, describe una intensa reacción emocional y física que algunas personas experimentan al escuchar música, ver una escena cinematográfica conmovedora o contemplar una obra de arte. Este fenómeno, a menudo conocido como “piel de gallina musical”, se manifiesta con una oleada repentina de placer estético que puede incluir escalofríos, lágrimas o una sensación de expansión en el pecho. Lejos de ser una enfermedad, el frisson es una respuesta neurológica compleja vinculada a la forma en que el cerebro procesa la emoción y la recompensa.

Desde el punto de vista científico, el frisson implica la activación simultánea de regiones cerebrales relacionadas con el placer, como el núcleo accumbens y la amígdala, junto con la liberación de dopamina, el neurotransmisor asociado a la euforia. Esta reacción se produce cuando una pieza musical genera sorpresa o rompe las expectativas del oyente: un cambio de tono inesperado, una entrada coral repentina o una progresión armónica inusual. Es decir, el cerebro se emociona cuando no puede predecir lo que viene a continuación, recompensando la sorpresa con una sensación de placer.

No todas las personas experimentan frisson con la misma intensidad o frecuencia. Estudios han mostrado que quienes tienen una mayor apertura a la experiencia —un rasgo de personalidad asociado con la sensibilidad estética y la curiosidad intelectual— son más propensos a sentirlo. Además, los músicos o oyentes con formación musical suelen reportar frisson con mayor frecuencia, ya que perciben matices y tensiones sonoras que amplifican la emoción.

El frisson no solo se asocia con la música. También puede surgir al contemplar un paisaje imponente, al escuchar un discurso inspirador o incluso durante experiencias espirituales. En todos los casos, el patrón es el mismo: un momento de conexión profunda que combina placer, sorpresa y trascendencia. Algunos investigadores lo consideran una forma de comunicación entre el cuerpo y las emociones más primitivas, un vestigio evolutivo que refuerza la empatía y el sentido de lo sublime.

En definitiva, el frisson es una manifestación de cómo la música y el arte pueden activar nuestros circuitos más íntimos de placer y emoción. Lejos de ser una “enfermedad”, es una experiencia humana universal que demuestra el poder de la estética para conmover al cuerpo y al alma. En una época dominada por la inmediatez, estos pequeños estremecimientos nos recuerdan que la sensibilidad sigue siendo una de las formas más puras de conexión con lo que nos rodea.
 

Y a ti,  ¿Cuál ha sido las últimas canciones que te han puesto “la piel de gallina”?

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