David Bowie se sumó hace unas semanas una larga lista configurada por Bob Dylan, Neil Young, Aerosmith, Shakira, Bruce Springsteen y otras figuras que han vendido los derechos de sus creaciones
Antes de nada, para todos aquellos que desconocéis cómo funciona el revenue model en el negocio de la música, os resumo a groso modo las bases de cómo funciona el tema de los royalties -yo hace menos de un año desconocía por completo de donde salían los ingresos de una canción-.
Normalmente existen dos propietarios de los derechos de una canción: el compositor (o autor o intérprete) y el propietario de la grabación, como por ejemplo un sello discográfico, que es el que comercializa y distribuye la canción. El compositor tiene la propiedad intelectual de la música y recibe royalties cada vez que la canción es reproducida en un sitio público, ya sea físico como en un bar de copas, o digital en un anuncio de Instagram. Por otro lado, el propietario que ha grabado, costeado o financiado oficialmente la canción también recibe su parte por cada reproducción. Es decir, cada vez que la canción suena y se reproduce, se gana dinero. De esta manera, cuando un artista vende todo su catálogo, como está ocurriendo actualmente, en realidad está vendiendo un porcentaje de los derechos de esas canciones además del derecho a decidir dónde, cuándo y cómo se reproducirán esas canciones a partir de ahora. Cuando hablamos de la venta de catálogos también es importante matizar la distinción entre la venta del catálogo discográfico y el editorial, ya que los derechos no son los mismos, pues los editoriales son sobre la cesión de la autoría mientras los otros son sobre la propiedad.
La industria musical está en un momento complicado. Las giras no necesariamente generan los ingresos de hace unos años, los festivales empiezan a tener problemas para vender entradas y los ingresos por streaming siguen siendo muy pocos, incluso para algunos de los artistas más grandes del momento. Por eso son varios los músicos, o descendientes de artistas, como Bruce Springsteen, Justin Bieber o los herederos de Michael Jackson, han vendido sus catálogos a empresas de inversión, de vuelta a sus discográficas o incluso a empresas publicitarias.
No es una mala decisión. La realidad es que los artistas no están vendiendo los derechos de sus composiciones o la posibilidad de regrabarlas o tocarlas en vivo, sino que están vendiendo los ‘Masters’ de las grabaciones originales.
También es cierto que los montos pueden ser suficientes para que cualquiera se plantee una decisión de este nivel. The Boss recibió 500 millones de dólares, Justin Bieber, por sus grabaciones hasta 2023, unos 200 millones y los herederos de Michael Jackson recibieron el mismo monto que el autor de ‘Born in the USA’ por tan solo la mitad de las canciones del fallecido rey del pop y Bob Dylan aceptó 400 millones de dólares por su revolucionario cancionero.
Tiempos nuevos para la música y, por tanto, nuevos caminos en busca de la rentabilidad. No es extraño ya escuchar que algún reconocido cantante decide vender su catálogo. Y no es que se deshaga de algún disco o álbum, sino que directamente se queda con una gran suma de dinero a cambio de perder todo derecho sobre sus propias creaciones. Una vía de ingresos que quizá sorprenda, pero que cada vez toman más artistas.
Uno de los fondos de inversión que más ha apostado por esta forma de negocio es Hipgnosis Songs Fund, que compra los catálogos de las canciones más exitosas. Gastó alrededor de 670 millones de dólares solo en el periodo de marzo del 2020 hasta septiembre de 2020 en la adquisición de los derechos de más de 44.000 canciones de Blondie, Rick James, Barry Manilow y Chrissie Hynde, entre otros. Aunque la mayor compra de catálogo por parte de Hipgnosis han sido el de Neil Young, que vendió la mitad de los derechos de su catálogo de canciones por unos 150 millones de dólares y Shakira, que vendió los derechos de sus 145 canciones.
El “streaming”, ha provocado un receso de la venta de música en físico y que se trata de un sistema de escucha que no genera suficiente dinero. Además, aunque se trate de un artista de la talla de Dylan, la suma que pueda recibir por reproducciones no es inmediata, por lo que es preferible obtener la misma cantidad (o más) a través de este tipo de ventas, y así no arriesgarse al paso del tiempo. Así lo explica la revista “Billboard”, que apunta que la combinación de tecnología y coyuntura económica ha resultado rentable en términos de mercado.
¿Pero por qué los músicos prefieren vender? (eso lo explicaré en la segunda parte del artículo?
Y a ti, ¿qué te parece las ventas de los catálogos?
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