Fue una de las más icónicas personalidades del mundo de la música: genio del jazz y ejecutivo discográfico de éxito, entre otras cosas.
El mundo de la música pierde hoy a uno de sus más personajes más rutilantes y polifacéticos: fue músico, arreglista, ejecutivo discográfico y productor. Tuvo buena estrella en casi todo ello: lejos del camino doloroso que tuvieron que transitar muchos de sus colegas afroamericanos, Quincy Delight Jones —nieto de una antigua esclava, hijo de un bateador de beisbol— dejó su Chicago natal para trasladarse a Seattle con su familia, y de ahí a Boston, donde cursó sus primeros estudios como músico en la Berklee College.
Alguien dijo que era como Forrest Gump. Alguien que había estado en los eventos importantes de su ambiente (y muchas veces de su sociedad) a lo largo de seis décadas. Pero lo de él no fue nunca fue fruto de la casualidad o de una carambola afortunada.
Durante los 60, el panorama musical tiene tanto para ofrecerle como él a la música: su destreza a la trompeta y el piano se plasman en magníficas sesiones propias y ajenas, y en obras que dejan ver su habilidad en la fusión en cortes como Soul Bossa Nova.
No hay coleccionista de jazz ajeno a discos como How I feel about jazz y Birth of a band (1959). A Jones se le debe reconocer también la popularidad de la bossa nova en Norteamérica, pues él produjo en 1962 el histórico concierto Bossa Nova USA, con presencia de João Gilberto, Antonio Carlos Jobim, Luiz Bonfá y Sérgio Mendes.
Aparte de todo esto hay al menos dos hitos mayúsculos marcan su vida. Uno es entrar en contacto con Frank Sinatra, a quien arregla y produce en It Might As Well Be Swing, disco de 1964 que contiene la clásica Fly Me to the Moon, que además fue la primera canción tocada en la luna durante la misión del Apolo 11. Sinatra at the Sands, grabado en directo en el Sands Hotel de Las Vegas en el 66 junto a la Count Basie Orchestra, es otro de sus grandes discos junto a La Voz (quien, por cierto, apodó “Q” al productor).
El otro hito, claro, es su trabajo con Michael Jackson. Cuando Jones le conoce, Michael Jackson ya era famoso en todo el mundo gracias a los Jackson Five. Pero Jones vio en él algo que nadie más había detectado: su versatilidad y capacidad de trascender géneros. Está fuera de toda duda su importancia en la trilogía formada por Off The Wall, Thriller y Bad: Quincy fue la mano derecha de Jackson, el que materializó sus fantasías musicales. No fue prolífico como productor después de aquellos trabajos, seguramente por haber subido a los cielos sus honorarios.
Como compositor de bandas sonoras también alcanzó gran notoriedad: ahí están películas como El prestamista (Sidney Lumet, 1964), A sangre fría (basada en el famoso libro de Truman Capote; 1967, Richard Brooks), La huida (Sam Peckinpah, 1972) y El color púrpura (1985, Steven Spielberg), además de series tan remarcadas como Ironside y The Cosby Show (para nosotros La hora de Bill Cosby) y El Príncipe de Bel Air, la serie que lanzó a Will Smith, entre otros proyectos audiovisuales.
Como anécdota estuvo 80 veces nominado a los Grammys, ganando 28.
Desde hacía varias décadas pasaba una semana al año en Estocolmo. Allí se realizaba estudios médicos y se sometía a tratamientos de avanzada para cuidar su salud. La muerte a los 91 años quizá lo haya sorprendido, le haya parecido prematura. En las entrevistas, Quincy sostenía que viviría, por lo menos, hasta los 110 años.
Descanse en paz.
Y a tú, ¿qué destacatarías de su gran obra?
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